El pasado día 3 de noviembre de 2010 el periódico DEIA  publicaba un reportaje titulado BARAKALDO SE OLVIDA DE SU PASADO en el que recoge, entre otras, la opinión del presidente de AVPIOP-IOHLEE, Javier Puertas, sobre el trato dado en el municipio a los importantes restos del pasado industrial, fabril y portuario. Por su interés lo reproducimos para nuestros lectores:

Cargadero Orconera Jesus Mari Rodriguez (2007)

Cargadero Orconera Jesus Mari Rodriguez (2007)

 

DEIA 03 de noviembre de 2010.

EN agosto de 1997 el antiguo kiosco de la Herriko Plaza, más conocido popularmente como la rana, fue borrado de un plumazo de la historia de Barakaldo. A pesar del cariño que muchos baracaldeses profesaban por aquella estructura construida en los años 60, especialmente los niños que imaginaban allí mil y un juegos, el Ayuntamiento no la indultó. Había que remodelar la plaza y el Consistorio no estaba para sentimentalismos. La visera fue derribada para facilitar la construcción de un aparcamiento subterráneo. En su lugar se levantó un escenario mucho más impersonal.

Para el arquitecto Iñaki Uriarte, este hito marcó un antes y un después en la historia de la localidad porque supuso el inicio de un proceso de desaparición del patrimonio industrial y arquitectónico que se ha prolongado hasta nuestros días. La segunda urbe de Bizkaia ha experimentado en los últimos años una profunda transformación urbanística reconocida internacionalmente, pero en muchos casos a costa de perder un valioso legado, tal como denuncian varios expertos. «El derribo de la rana es la primera atrocidad que se cometió, el comienzo de una época inculta en la que Barakaldo ha despreciado su pasado», critica Uriarte.

Barakaldo y Terrassa fueron dos de los enclaves industriales más importantes del Estado durante el siglo pasado y los que consiguieron conservar un mayor número de elementos de aquella época, pero sus trayectorias tomaron rumbos diferentes.

Camino erróneo.  Adiós a elementos significativos

Mientras la ciudad catalana «se ha convertido en un ejemplo en recuperación de su patrimonio a nivel europeo», la localidad vizcaina no ha mostrado el mismo interés por mantener viva su memoria histórica. Así, se han producido significativas pérdidas de elementos singulares, tal como denuncia Javier Puertas, presidente de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública.

En su opinión, uno de los principales atentados ha sido el derribo de las casas de la compañía Orconera Iron Ore, situadas en Lutxana. Este conjunto de viviendas, habitadas por los responsables de la compañía inglesa, fue el primer modelo de ciudad-jardín que se construyó en Euskadi en el siglo XIX y que trató de conjugar el desarrollo industrial y unas mejores condiciones de vida para los empleados.

A pesar de las numerosas reclamaciones para que se conservaran, en agosto de 2007 se derribaron todas las casas excepto una, que se mantuvo en pie con el «compromiso verbal» por parte del Ayuntamiento de conservarla. Sin embargo, el pasado mes de abril también fue destruida para facilitar una operación urbanística en la que se construirán 700 pisos y un parque. Los cascotes, que se apilan en pequeñas montañas, se han convertido en mudos testigos «de lo que pudo haber sido», se lamenta Puertas, convencido del potencial de estas construcciones.

La desaparición de Sefanitro, la planta encargada de fabricar abono para los campos de España, es otra de las pérdidas que lamenta el presidente de AVPIOP. «Ha sido una de las mayores calamidades que se han cometido fruto de la especulación urbanística», afirma tajante Puertas. Del mismo modo, lamenta que el único legado de Altos Hornos de Vizcaya que ha llegado hasta nuestros días haya sido el edificio Illgner, reconvertido en vivero de empresas, pero cerrado a las visitas, y la antigua sede de oficinas, transformada en apartamentos tutelados para mayores y una haurreskola municipal.

«Barakaldo es un pueblo que ha ignorado su historia y ha desviado la atención con el BEC, con Urban-Galindo y los centros comerciales. Podía haber sido un pueblo referente en conservación de su patrimonio y ese es el gran lamento que siempre le acompañará», afirma Iñaki Uriarte. El arquitecto opina que se debería haber conservado también la antigua torre del campo de fútbol de Lasesarre, donde se encontraban el marcador y las taquillas. «Es una lástima que no se hiciera un esfuerzo por integrarla en el entorno», se duele.

Errores

No hay política de conservación

Otro experto en patrimonio, que prefiere mantenerse en el anonimato, indica que el Ayuntamiento de la Barakaldo «carece de política» en materia de preservación de los edificios históricos «ni tampoco dedica medio euro a su protección». «El Consistorio sólo hace una labor de difusión a través del programa Ezagutu Barakaldo y puede llegar a ocurrir que algunos de los elementos visitables que recoge en los folletos esté en ruinas y a punto de caerse», añade.

Bajo su criterio, otra de las actuaciones censurables que se han realizado en los últimos años ha sido la construcción de viviendas nuevas en El Regato. A pesar de que las edificaciones «individualmente no llamaban mucho la atención», considera que el conjunto de casas situadas junto al frontón «sí resultaba interesante porque era un ejemplo los antiguos núcleos rurales vascos», explica.

Este experto cree que el Consistorio «podría hacer una difusión de su patrimonio más ambiciosa» que al mismo tiempo se podría complementar con diversas actuaciones de conservación. El problema radica en la falta de interés. «El Ayuntamiento nunca ha pedido al Gobierno vasco que proteja nada. Todas las medidas han partido del Ejecutivo autonómico por iniciativa propia o de terceros», explica. En la actualidad, en el catálogo de bienes de interés cultural de Euskadi tan sólo aparecen recogidos el puente del Diablo, que une Kastrexana y Las Delicias, y dos pabellones de la empresa Fesa situada en Burtzeña.

«Desde la desembocadura del Kadagua hasta la del Galindo hay un frente de ría de 4,5 kilómetros que podría haber aportado prestigio y se podía haber convertido en un motor económico», sostiene Uriarte. En este ámbito desapareció en 2003 la central térmica de Burtzeña, un edificio que fue construido en 1965 y que para los arquitectos era otra de las instalaciones que merecía la pena haber conservado. Para AVPIOP podía haber encajado perfectamente dentro del parque empresarial que desde hace años se quiere construir en la zona.