El Correo 06/10/11

Paseo por una de las instalaciones que dieron inicio a los siglos de auge de la siderurgia vasca. Leer más

 

Ferrería de Agorregi (Aia. Gipuzkoa)

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En el siglo XV tan sólo se necesitaron tres elementos (mineral de hierro, carbón vegetal y el agua de los ríos) para poner en marcha un oficio que marcaría la economía vasca durante siglos. El negocio de la fundición de hierro se desarrolló de manera artesana durante cientos de años y se calcula que en aquella época existían en Bizkaia y Gipuzkoaa cerca de 300 ferrerías, modesto anticipo de Altos Hornos, que convirtió Euskadi en una potencia industrial.
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Retrocedemos en el tiempo hasta la Edad Media para conocer las ferrerías (‘ola’, en euskera, piensa en toponímicos y apellidos que comienzan con esa palabra). Y para ello nos adentramos en el pulmón verde de Gipuzkoa. En pleno Parque Natural de Pagoeta, a escasos kilómetros de Zarautz, entre bosques de hayas y senderos de ensueño, encontramos Agorregi, una fundición construida hacia el siglo XV. Allí se elaboraban lingotes de hierro que más tarde se trasladaban a hornos menores para llevar a cabo la forja. Hoy, mediante una visita guiada podemos conocer su historia y verla en funcionamiento. Y merece la pena.
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Dos épocas marcaron la trayectoria de Agorregi. La primera fecha que aparece como referencia data de 1472, aunque se sabe que funcionaba antes con una única antepara o depósito de agua. Sin embargo, la escasez de caudal de los dos arroyos que la abastecían fue un problema crónico durante su existencia, por lo que su propieatrio, el jauntxo (señor) de Laurgain, decretó su cierre.
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Obras de ingeniería
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Cerca de 200 años permaneció inactiva hasta que, en 1754, uno de sus descendientes decide rehabilitarla llevando a cabo una importante obra de modernización que duró 13 años. Se construyó un sistema de canalización, un acueducto y un nuevo depósito, colocado a distinto nivel del original, con el fin de reutilizar el agua.
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El caudal de la antepara superior servía para accionar los fuelles y avivar la combustión del carbón vegetal, antes de caer al depósito inferior para accionar el mazo que moldeaba el metal. El hierro se llevaba desde Gallarta (Vizcaya) hasta Orio por mar, ya que resultaba menos costoso que transportarlo por las miserables carreteras de ambas provincias. Sus lingotes se empleaban para fundir, preferentemente, anclas para los barcos de pesca. Es la época en la que un vecino de Aia, Juan Fermín Gilisasti, viaja a Holanda a espiar el modo de fabricación en los Países Bajos. A su regresó proporcionó a los artesanos el conocimiento necesario para convertir a su pequeño pueblo en un referente de la época como constructora de las mejores áncoras de todo el mundo.
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A pesar de las reformas, Agorregi no resultó productiva y solo los molinos anexos de trigo y maíz continuaron trabajando. Tres hipótesis se barajan para justificar el fracaso. La primera apunta a que el ‘jauntxo’ que dinamizó la ferrería murió nada más acabar la reforma. La segunda justifica el cierre porque las obras de modernización no fueron del todo eficaces. Y la tercera culpa a la Revolución Industrial y la llegada desde Inglaterra de un hierro más barato y de mejor calidad.
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En el siglo XIX, el edificio se convirtió en una serrería y posteriormente en caserío. Sin embargo, hoy día se mantiene conservada como ferrería. Mediante esta visita guiada, se puede ver en funcionamiento este sistema de ingeniería ideado siglos atrás. Presenciar cómo se comunican las anteparas para generar energía a través del agua y observar al ferrón moldear con el mazo una barra de hierro al rojo vivo es una experiencia que reaviva nuestra memoria.