Al hilo de este artículo publicado en DEIA, bajo el título de «La deconstrucción de Bilbao«, planteamos desde la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública una reflexión crítica sobre los procesos de recuperación física de espacios «degradados», en la medida en que, como traslada este artículo, se perciben como una oportunidad excepcional para dotar a los municipios y al entorno de las condiciones físicas necesarias para acoger nuevos usos y funciones dinamizadoras capaces de relanzar una nueva fase de crecimiento urbano.
Sin embargo, estos proyectos urbanísticos tienen también consecuencias socio-espaciales no del todo positivas. Así, desde un punto de vista patrimonial, muchos procesos de regeneración urbana no han tenido en cuenta otras maneras de entender y proponer la planificación, ordenación y gestión de estos espacios de la antigua industrialización a través, por ejemplo, de nuevos conceptos como “planeamiento patrimonial”, “áreas patrimoniales”, “paisaje industrial”, etc. Basta con leer dicho artículo y ver cómo en ningún momento se pone en cuestión la pérdida (que no rehabilitación y puesta en valor) de magníficos elementos de la arquitectura industrial de Bilbao como el edificio del RAG, la fábrica de Santa Ana de Bolueta o los sucesivos depósitos francos portuarios ni la posible reutilización de otros como la recientemente demolida tribuna del Estadio de San Mamés (y no solo del arco y tras las protestas ciudadanas y de los socios del club).
Así, la imagen que se proyecta de estos espacios se reduce a “lo nuevo”, a la arquitectura “de autor”, dando la espalda a la recuperación y puesta en valor de éstos espacios también como paisajes culturales, planteando su significación en la cultura del territorio, en su historia, abriendo paso a un nuevo diálogo que permita establecer nuevos vínculos y aproximaciones a estos espacios a través de una mirada cultural-territorial que reconozca la belleza de éstos; que reclame sus valores históricos, culturales y estéticos; que desvele las cualidades que les hacen poseedores de una identidad única, propia, específica, como paisajes culturales pero, sobre todo, que haga frente a los numerosos retos que estos paisajes, a diferencia de otros, ofrecen en cuanto a su reincorporación como paisajes aceptados en la propia ordenación y gestión urbana.
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