La Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública AVPIOP-IOHLEE ha solicitado a la Subdirección General de Protección del Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura, entidad competente, la protección legal de la estación del Norte de Donostia-San Sebastián por su valor histórico-patrimonial. La estación, como se explica en el documento entregado, es un elemento relevante de la ingeniería civil y el patrimonio industrial del País Vasco que merece ser preservado, manteniendo incluso, si ello fuera posible, su actual uso de terminal ferroviaria. La solicitud de protección se refiere tanto al edificio terminal, como al pórtico de acceso y también a la gran marquesina a dos aguas de estructura metálica, una de las más interesantes realizaciones de este tipo estructural y arquitectónico, (única muestra en el País Vasco y España de las salidas de los Talleres Eiffel) requerido por las locomotoras de vapor, la necesidad de cubrir grandes espacios sin columnas intermedias y el interés de las grandes empresas ferroviarias en construir estaciones que en sus arquitecturas mostraran su importancia y poder.

Copia sellada de la entrada del documento de solicitud de protección dirigido al Ministerio de Cultura

Copia sellada de la entrada del documento de solicitud de protección dirigido al Ministerio de Cultura

 

Breve descripción valorada de la estación

El origen de la estación está relacionado con la construcción de la sección Torquemada-Irún  del ferrocarril del Norte entre Madrid y la frontera francesa cuyas obras fueron encomendadas al ingeniero francés Alexander Casimir Letourneur. Éste planteó un diseño estandarizado para todas las estaciones de la línea, que serían dotadas de edificios de primera, segunda o tercera clase, según la importancia de la población servida.

En el caso de Donostia, al igual que en Vitoria, Letourneur decidió la construcción de una estación de primera clase, acorde con la categoría de capital provincial de la ciudad. Para ello se levantó un edificio de corte clasicista, de una sobriedad extrema, compuesto por un cuerpo central de dos plantas, con tres puertas de acceso en la inferior y tres ventanas en la superior, y dos alas laterales de un piso, con seis puertas cada una de ellas. En el cuerpo central, la cubierta era a cuatro aguas, mientras que en las laterales era a dos aguas, cuyo eje era paralelo a las vías. El conjunto se completaba con una sencilla marquesina, de estructura metálica, que cubría el andén principal.

Fachada principal, al río Urumea, del Hotel Términus de la Estación del Norte de Donostia-San Sebastián.

Fachada principal, al río Urumea, del Hotel Términus de la Estación del Norte de Donostia-San Sebastián.

 

Inaugurada en 1864, la estación del Norte de San Sebastián pronto se mostró insuficiente para atender creciente tráfico que generaba el tráfico de viajeros de la temporada estival, por lo que a principios de la década de los ochenta del siglo XIX la Compañía del Norte decidió ampliar el edificio según el proyecto redactado por el ingeniero francés Albert Biarez. La ampliación consistió en añadir dos martillos en los extremos de las dos alas laterales del edificio de Letourneur, así como la construcción de una cornisa corrida que oculta a la vista las cubiertas originales de la estación. Pero la actuación más destacada fue, sin duda, la construcción de una marquesina metálica que cubría tanto el andén principal como el secundario, y que constituye el elemento de más vocación ferroviaria de la estación.

El suministro de dicha marquesina fue contratado con la empresa francesa de construcciones metálicas Gustave Eiffel et Compagnie, sociedad fundada y dirigida por el ingeniero que en 1888 construiría la famosa torre de París. Las dimensiones de la estructura donostiarra son más modestas, con un peso de 288 toneladas, una anchura de veinte metros por 77 de longitud. La cubierta se levanta sobre un conjunto de cuchillos articulados, sistema Polonceau, que se apoya por una parte en el propio edificio y, por la otra, sobre columnas de función de 10,5 metros de altura. La cubierta estaba rematada por una linterna longitudinal que permitía la evacuación de los humos de las locomotoras, así como con tres pequeñas linternas transversales que facilitaban la iluminación de espacio entre el pabellón central y el andén, así como el del interior del piso superior de dicho pabellón.

Marquesina o cubierta de andenes, de la Estación del Norte de Donostia-San Sebastián, en 2007 (Foto Joaquín Cárcamo)

Marquesina o cubierta de andenes, de la Estación del Norte de Donostia-San Sebastián, en 2007 (Foto Joaquín Cárcamo)

 

La cubierta constituye un ejemplo de las nuevas estructuras de hierro que se utilizaron en la construcción de puentes, mercados y estaciones como signo de progreso durante el siglo XIX. Hoy,  permanece como diseño estructural de una gran riqueza formal en la definición de las distintas piezas, barras y uniones, que incluso reflejan su comportamiento individual y su función en la estructura de la que forman parte. Desaparecida la marquesina de la estación de Santander, esta de San Sebastián es la única permanencia en España de una gran marquesina salida de la factoría Eiffel.

El conjunto se completó en 1905 con la construcción de una pasarela metálica peatonal sobre las vías, que permitió la conexión con el barrio de Eguía y que vino a sustituir a una estructura similar situada anteriormente en el extremo norte de la estación. La pasarela se emplazó frente al puente de María Cristina, inaugurado ese mismo año, y para su embellecimiento se construyó un magnífico portal de acceso rematado por un reloj. Así, la estación adquiría una mayor trascendencia como puerta de la ciudad. Posteriormente, en 1922, debido a la degradación de la pasarela metálica como consecuencia de la corrosión, se procedió a su sustitución por otra de hormigón, para cuya armadura se aprovechó parte de la vieja  estructura metálica.

A pesar de que el edificio de la Terminal ha sufrido a lo largo del tiempo diversas ampliaciones y modificaciones, el conjunto de la Estación mantiene una unidad y una permanencia decidida en la ribera urbana del Urumea que, junto con el monumental puente de María Cristina, obra del ingeniero José Eugenio Ribera, han proporcionado un fuerte carácter a esa zona urbana.