Hoy hace siete años nos encontrábamos plenamente activos celebrando los actos de nuestro 25 aniversario (AVPIOP se legalizó en 1988, pero en 1984 ya estábamos trabajando) y tocaba hablar de arquitectura y patrimonio industrial. Y en Donostia-San Sebastián. En nuestro BLOG escribíamos la entrada que reproducimos a continuación.

Los arquitectos invitados por la AVPIOP-IOHLEE reclaman la conservación del patrimonio industrial mediante su rehabilitación y uso. De izquierda a derecha: En la foto, de izquierda a derecha: Azurmendi, Callis, Romano (moderadora), López, Vilanova y Javier Puertas, nuestro presidente.

Los arquitectos invitados por la AVPIOP-IOHLEE reclaman la conservación del patrimonio industrial mediante su rehabilitación y uso. De izquierda a derecha: En la foto, de izquierda a derecha: Azurmendi, Callis, Romano (moderadora), López, Vilanova y Javier Puertas, nuestro presidente.

Cuando pasado y presente conviven

Donostia, 1 de diciembre de 2009.- Un patrimonio “desconocido al que no se le otorga todo su reconocimiento, pero muy rico”, en palabras de Pilar Azurmendi, directora de Patrimonio de la Diputación Foral de Gipuzkoa, es lo que hemos heredado de la historia fabril de Euskadi. “Hay que felicitar a la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública por su labor de estos 25 años”, señaló Azurmendi ayer durante la celebración de la charla, con motivo del aniversario, en la Escuela Superior de Arquitectura de la UPV/EHU. Azurmendi destacó que la riqueza de este patrimonio es muy variada, como los elementos que lo componen “porque responden a tipologías, técnicas y materias diversas, utilizadas sin corsés. Hay edificios desde el eclecticismo al regionalismo”.

Para el futuro, Azurmendi animó a la asociación y a la ciudadanía a “proteger, difundir, poner en valor, cuidar y reutilizar” este patrimonio, que ha sufrido dos momentos críticos desde la reconversión industrial, a mediados de los años 80 del siglo pasado. La propia reconversión y el abandono de los espacios fabriles, con el consiguiente derrumbe; y los últimos diez años de “urbanismo desaforado” que han tirado elementos únicos para poder construir vivienda. Sobre cómo conjugar el crecimiento urbano y la protección del patrimonio industrial trataron ayer los ponentes invitados por la AVPIOP-IOHLEE: los arquitectos Joan Callis, jefe de proyectos de Benedetta Tagliabue en EMBT; Antoni Vilanova, miembro de las Juntas Directivas de la Agrupació d’Arquitectes per a la Defensa i la Intervenció en el Patrimoni Arquitectònic (AADIPA) y de la Associació del Museu de la Ciència i de la Tècnica i d’Arqueología Industrial de Catalunya (AMCTAIC), entre otras instituciones; y Aurora López, directora de Urbanismo de 22@. Fueron presentados y moderados por Socorro Romano, Directora del Untzi Museoa-Museo Naval.

Los tres tienen proyectos en el Poblenou, en Barcelona, en una zona de 200 hectáreas de terreno junto al centro de la ciudad pero que era periferia hasta hace tan sólo una década. Separado del Ensanche por las vías y la carretera, el carácter industrial y residencial del Poblenou (con una ordenación muy distinta a las rectas calles del Ensanche) se ha mantenido tras la reurbanización y reconversión que se ha llevado a cabo desde las Olimpiadas de 1992.

Aurora López explicó ayer cómo ha sido posible esto. “Es un barrio en el que desde finales del siglo XIX se ha vivido y trabajado, tenía ambos usos. Y con la renovación queríamos que siguiera siendo así, que hubiera vivienda pero también empresas”. El que fuera conocido como ‘Manchester catalán’ cuenta con 114 edificios catalogados como patrimonio industrial y su rehabilitación y reutilización pasa por la vivienda no convencional, los equipamientos públicos y la empresa, de manera que sigue siendo rentable económicamente. También se protege el paisaje, es decir, el orden, la ubicación, la disposición de los elementos, porque esta parte caracteriza al barrio y da una idea de lo que ha sido su desarrollo. “Es un tejido urbano diferenciado”.

El arquitecto Antoni Vilanova fue el encargado de rehabilitar la fábrica de Ca l’Aranyó, uno de los enclaves más importantes de 22@. Hoy sede de la Universidad Pompeu i Fabra, fue adquirida por el ayuntamiento de Barcelona ya en los años 80, nada más cerrar. Conservaba una nave principal, una lateral y una chimenea que hoy están en uso, además de la plaza interior. Para rehabilitar estos edificios, “hay que estudiar, investigar, documentarse. Así sabemos qué técnica se utilizó en la construcción y podemos aproximarnos al original”. En este caso, Vilanova y su equipo encontraron una estructura formada por pilares y jácenas de fundición, de tipología manchesteriana y muy poco utilizada aquí. Y la bóveda de ladrillo catalana. Una mezcla de estilo inglés y técnicas constructivas catalanas que se ha respetado en la medida de lo posible, tanto reutilizando como copiando. Aquellos elementos de los que no se conservaba nada fueron sustituidos por otros que rompen la estética, modernos, para dejar claro al visitante y usuario que son novedades. “Lo nuevo y lo viejo pueden convivir”, señaló Vilanova.

Con esta idea se enfrentan a su último proyecto, del que se acaba de poner la primera piedra, los responsables del estudio EMTB. Joan Callis, jefe de proyectos, explicó ayer en Donostia lo que ocurrirá con Can Ricart, otra enorme fábrica que será reconvertida en equipamiento público. Será, entre otras cosas, la Casa de las Lenguas. Se trata de un proyecto “en evolución, en desarrollo, redefiniéndose”, dado que a medida que avanzan los trabajos se van descubriendo nuevos datos. “Es una mezcla de edificios de diversos tipos y con distintos grados de conservación”. La que fuera fábrica de estampación de tejidos, que comenzó a construirse en 1853 y fue terminada en 1888, descubrirá una nueva vida cuando “se integre” en el Poblenou y “conviva” con el presente.