Como decíamos en nuestra entrada anterior, en 1996, la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, AVPIOP, decidió presentar al Departamento de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno Vasco una propuesta de publicación que introdujera en el ámbito de las actividades de difusión y promoción desarrolladas por el Departamento el ámbito sectorial del turismo industrial. La propuesta fue aceptada por la entonces consejera Rosa Díez y en pocos meses veía la luz la publicación Nuevos Recursos Turísticos. Patrimonio Industrial del País Vasco.

AVPIOP propuso que de su estructura y redacción se responsabilizáran tres historiadoras que pocos años antes (en 1988, 1990 y 1992) habían publicado la trilogía sobre Arqueología Industrial en Bizkaia, Gipuzkoa y Álava, Maite Ibañez, Mª José Torrecilla y Marta Zabala y contase con el fotógrafo Santiago Yaniz, que también participó en dichas publicaciones. Reproducimos aquí el capítulo introductorio sobre la industrialización del País Vasco:

 

 

LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL PAÍS VASCO

Maite Ibañez, Mª José Torrecilla y Marta Zabala

El marco histórico de la Revolución Industrial, es uno de los principales aspectos a tener en cuenta para valorar el Patrimonio Industrial. El análisis de la industrialización vasca revela en primer lugar la existencia de tres modelos diferentes de desarrollo, uno para cada una de la demarcaciones administrativas. Pero en los tres casos una fecha singulariza el antes y el después en todo este complejo cambio y transformación radical de su vida económica, sus gentes y su propio entorno: 1841.

En esa fecha se procederá al traslado de las aduanas, desde los denominados «puertos secos» al mar, culminando un proceso que la nueva economía vino a acelerar: uniformizar las situaciones jurídicas y fiscales de los distintos territorios de la Corona Castellana, condición indispensable para acceder a la creación de un vasto y unitario mercado estatal.

1841 representa la crisis del modelo medieval, a caballo entre la semiautarquía y el desenvuelto mercantilismo, que se hunde al despojarlo de sus bases de relación: las aduanas. De su mano vendrán a producirse los necesarios cambios y ajustes en la estructura económica tradicional: desaparición progresiva de las fórmulas artesanales, abandono de los antiguos locales y construcción de otros más capaces y versátiles, creación de empresas nuevas y ensayo de sectores novedosos, aparición de equipamientos más complejos, inversiones de capital más cuantiosas, etc, y todo ello a una escala mucho mayor y más rápida que todo cuanto hasta entonces se había visto.

Pero como ya señalábamos cada uno de los tres territorios ha vivido una experiencia distinta en las fases de despegue y apropiación de los recursos económicos.

Cargadero de mineral de la Orconera Iron Ore en Barakaldo, Bizkaia (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Cargadero de mineral de la Orconera Iron Ore en Barakaldo, Bizkaia (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Bizkaia capitalizará la imagen industrial del País Vasco en muchos sentidos: la columna vertebral del desarrollo contemporáneo, la Ría del Nervión, es el entorno en el que se van a producir los primeros y más radicales cambios. Inicialmente a través de la explotación masiva de los recursos férricos y, más adelante, con la expansión de su propia industria pesada de base. La trilogía minería-siderometalurgia-naval marca toda su historia a partir del S.XIX. La minería, con sociedades de sonoro renombre internacional como Orconera Iron Ore, Cía Mac Lennan, Cía Franco-Belga, atrajo capitales y beneficios que se irán reinvertiendo en creación de empresas afines o del ramo del metal: Santa Ana de Bolueta, Averly y Cía, Talleres de Zorroza, Babcok & Wilcox, Aurrerá o el gran coloso Altos Hornos de Vizcaya, que nace en 1902 de la fusión de las fábricas de Altos Hornos de Bilbao, La Iberia y La Vizcaya. Su efecto dinamizador se deja sentir en el desarrollo de un potente sector naval, con sociedades que como Euskalduna o La Naval de Sestao se encuentran en plena expansión, o en la aparición de buen número de industrias subsidiarias de los grandes grupos (velamen y cordelería para la navegación, pinturas, sector químico…) o de recursos vitales para la creciente población (industria alimentaria, jabones, textil, construcción).

La consecuencia de la potente concentración de iniciativas en la Ría es una estructura comarcal desprovista de contrapesos importantes. En las otras comarcas, con cabeceras mejor o peor organizadas, se mueven industrias de actividad casi secundaria; no menos importantes, pero ahogadas por el papel principal que desempeña el Nervión. Aquí una conservera, allí una textil, más acá un buen grupo de empresas del ramo del metal, no llegan a crear la tupida red que se observa en torno a Bilbao.

Rentería de Bedua, Gipuzkoa (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Rentería de Bedua, Gipuzkoa (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Por su parte Gipuzkoa tenía unos recursos de despegue más modestos, de cara a la gran expansión ochocentista. Su minería, de importancia hasta época moderna, no podía ofrecer los márgenes de beneficio que atraían capitales extranjeros a Bizkaia. Aún así no dejaron de explotarse y cotos de probada raigambre, como el que ya los romanos abrieran en Irún-Oiartzun, o empresas como la Real Compañía Asturiana de Minas representan la continuidad del sector. Sin embargo, el trabajo y comercio del hierro dará lugar a un espectacular desarrollo de la rama de los transformados metálicos, en la que Gipuzkoa se había ganado justamente a lo largo de siglos un puesto de excepción. En especial destaca el Valle del Deba donde desde el simple instrumento u objeto se evolucionará hacia la máquina-herramienta.

De hecho Gipuzkoa, al no contar con sectores de la potencia de los vizcaínos, mostrará una mayor versatilidad sectorial y se producirán verdaderas especializaciones comarcales, polos de desarrollo que se reparten por todo el ámbito geográfico. Así sucede con la armería en Eibar-Elgoibar-Placencia, el textil en Bergara, la ferretería en Mondragón, las yuteras en la zona Azkoitia-Azpeitia, el papel en Tolosa o Hernani, etc.

Precisamente el ramo textil constituye el motor de arrastre de su despegue industrial contemporáneo, pero con peculiaridades. Ante la imposibilidad de competir con el potente sector catalán, se ramificará en numerosas especialidades. Algodón en Bergara y en el Oria, lino en Zarautz, lana en Rentería, yute en el Urola medio, etc forman pequeñas células bien organizadas y pilares de la economía de sus áreas de influencia.

E1 textil es, además, responsable del desarrollo de un sector que le superará en importancia: el papel. Nació como industria subsidiaria al aprovechar los trapos y deshechos de la primera. Pero la introducción de la pasta de celulosa y las máquinas de papel continuo darán lugar a un espectacular desarrollo y, con el tiempo, al único ejemplo reseñable de concentración financiera en el ámbito oriental del País Vasco: la Papelera Española.

Pero lo que quizá mejor define a Gipuzkoa es el ser paraíso de la pequeña y mediana empresa, el lugar ideal para los emprendedores que se embarcan en pequeñas industrias familiares, a menudo simples tallercitos, que no pocas veces se muestran más dóciles para capear las crisis que hunden al gigante. Y aún hoy el tejido industrial guipuzcoano esconde, tras las sociedades limitadas, un pasado centenario, ligado a una o dos familias que han venido estrechando lazos profesionales y humanos a lo largo de su devenir histórico y cuya publicidad más saludable es la experiencia.

Bodegas Palacio. Laguardia, Álava (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Bodegas Palacio. Laguardia, Álava (Fotografía: Santiago Yaniz Aramendia).

Y por último, porque en ese lugar se sumó al proceso de la Revolución industrial, encontramos a Álava. Álava que desempeñará, por su situación geográfica, el papel del traspáis rural y que, andando el tiempo, encontrará en la industria agroalimentaria mejor campo de expresión de sus peculiaridades. La industria artesanal se prolongará hasta la modernidad, y eso explica la abundancia de sus molinos llamados algunos a ser más tarde harineras, la belleza de sus ancestrales salinas, la paradoja de sus trujales de aceite, la inveterada tradición del cultivo del hierro en Ajuria desde la ferrería a la fundición moderna, o la arraigada calidad de sus caldos vitícolas. Pero a la vez, la aparición de cultivos como la remolacha obedece a la instalación en la capital de una planta de Azucarera Española S.A. a principios de siglo, y, la espectacular extensión del viñedo en detrimento del olivo en Rioja Alavesa al éxito del sistema bordelés que se difunde desde las Bodegas Industriales.

A este panorama en el que Álava se muestra predominantemente vinculada al agro, escapan dos polos de excepción. El primero de ellos la zona LLodio-Amurrio, un ejemplo más de que el pulso económico no reconoce fronteras: en la cabecera del río Nervión se desenvuelve, en realidad, como prolongación natural del gran Bilbao, desde la antigüedad hasta nuestros días. El segundo polo lo representa la capital, Vitoria-Gasteiz. Centro rector y de servicios de todo el territorio, en él se han concentrado la mayor parte de los esfuerzos empresariales desde los simples servicios (las empresas que regirán e instalan las centrales de producción energética, como Vitoriana de Electricidad) hasta los más variados productos (muebles, pinturas, textil, maquinaria agrícola, etc).

 

Archivo:

18/12/2016. AVPIOP y los comienzos del Turismo Industrial en el País Vasco: 1997-2017 (I)