Hartos de ver cómo nuestras autoridades consideran la ciudad y la arquitectura como meros productos de valor económico, tres asociaciones culturales y vecinales de diferente origen y dimensión -dos con largas trayectorias de defensa del patrimonio edificado y otra más joven-, pero centradas en defender los valores simbólicos y materiales de las construcciones y los espacios urbanos en los que vivimos, entre los que hemos crecido, tanto individual como colectivamente, y con los que coexistimos a diario, han decidido reaccionar de manera conjunta, acordando hacer la declaración que sigue a continuación:

 

 

Por la protección de las ciudades, el patrimonio arquitectónico y la obra pública en Euskadi

La arquitectura y el urbanismo en las ciudades vascas viven momentos de profunda transformación que están acabando con valores patrimoniales de carácter histórico, artístico y paisajístico-ambiental que deberían ser objeto de preservación y buen mantenimiento como parte del legado heredado de tiempos pasados y que han conducido a la sociedad vasca a una forma y manera de ser peculiares, es decir, a lo que somos hoy porque antes de nosotros hubo otros que fueron e hicieron. Al autorizar la destrucción de muchos de estos valores, algunos de ellos protegidos de hecho por la Ley, se está mutilando la memoria, despreciando nuestro pasado común y, en cierta manera, nos negamos a nosotros mismos.

A la vista de esta alarmante situación tres asociaciones culturales de nuestro entorno, una con casi cuatro décadas de trayectoria y actuación en el ámbito autonómico, la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP), otra con una década de recorrido y muy atenta a cuanto sucede en Donostia-San Sebastián, Áncora, Agrupación Cívica para la Conservación del Patrimonio, y una tercera, de creación reciente y ámbito local, la Asociación Vecinal por un Abando Habitable y Saludable, quieren manifestar su honda preocupación por la peligrosa deriva que desde instancias municipales y forales tiende a facilitar la concesión de cuantos permisos se solicitan para la demolición de inmuebles que fueron diseñados por arquitectos relevantes o de tipologías singulares, la colmatación en altura de edificios cuya configuración original es de planta baja más una, las desafortunadas intervenciones de rehabilitación y la eliminación de los escasos espacios abiertos que aún perviven en las ciudades vascas.

Esta tendencia se ha hecho notar con fuerza en los dos o tres últimos años al calor de una recuperación económica a la que, por lo visto, no se puede poner ningún freno por muy justificado que esté. La presencia de grúas y hormigoneras en las calles es visto como un estado benéfico, motivo por el cual las licencias y las recalificaciones se otorgan con una facilidad que no encuentra barreras. En modo alguno nos oponemos al lógico desarrollo urbano, pero propugnamos que se haga compatible la sostenibilidad y habitabilidad de las ciudades en que vivimos con la preservación de sus señas de identidad ambientales y arquitectónicas porque son nuestras propias señas, las que han modelado la identidad que tenemos como ciudadanos.

Lamentables iniciativas como la construcción en el dique seco de Euskalduna de un edificio para el entretenimiento, los derribos del edificio industrial en José Mª Escuza 4 (Bilbao) y de las estaciones ferroviarias de Durango y Derio, en Bizkaia, la amenaza de demolición que pende sobre el Palacio Bellas Artes (que ha llevado a la UNESCO a lanzar una Alerta Internacional de Patrimonio en Peligro), el arrasamiento de las villas urbanas en Ondarreta y Ategorrieta, y el propósito de hacer desaparecer del edificio terminal de la Estación del Norte, en Donostia-San Sebastián, o la especulativa y anti-ecológica ocupación del patio del colegio de las Carmelitas (actual BAM), en el barrio de Abando, son algunos de los últimos y actuales despropósitos sobre los que queremos alertar y mostrar nuestro rechazo. No obstante, este avasallamiento urbicida, al que se han sumado incluso los Obispados de las diócesis locales, es genérico y afecta tanto a grandes ciudades como a localidades pequeñas, a los barrios céntricos como a los periféricos.

Los organismos oficiales de Protección del Patrimonio no parecen estar funcionando como debería esperarse de ellos y es por este motivo que las asociaciones culturales y vecinales que suscriben este escrito han decidido dar a conocer su preocupación, animando a la sociedad a tomar conciencia de que, si no somos capaces de enmendarlo, este camino sólo conducirá a la despersonalización de nuestros barrios y ciudades, al debilitamiento de la memoria colectiva, y a la pérdida de un valioso Patrimonio histórico-artístico que nos es propio como sociedad.

En Bilbao y Donostia-San Sebastián, a 26 de junio de 2019

 

Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP)
Áncora, Agrupación Cívica para la Conservación del Patrimonio
Asociación Vecinal por un Abando Habitable y Saludable