En 1975, la editorial La Gran Enciclopedia Vasca publicó el libro Bilbao Camp que recogía fotografías realizadas entre 1930 y 1940 por el fotógrafo de prensa Germán Elorza Arrieta (Vitoria, 1911 – Bilbao, 1984). Las fotografías había sido publicadas, en su momento, en los medios en los que Elorza había trabajado pero además, hacia 1972 fueron recogidas por el diario vespertino Hierro que las ofreció acompañadas de los textos de Manuel Bores en la sección homónima Bilbao Camp.

Recogemos aquí la fotografía y el comentario dedicados a la antigua Estación del Norte o de Abando en el estado en que se encontraba durante los años posteriores al comienzo de la demolición, durante la República, y anteriores a la finalización de la misma, que tendría lugar ya en la posguerra.

La antigua estación del Norte, actualmente denominada de Abando Indalecio Prieto, en una foto de Germán Elorza Arrieta de hacia 1936-1937, cuando ya había comenzado su demolición.

LA ESTACIÓN DE ABANDO ESTUVO A PUNTO DE SER DE ENLACES FERROVIARIOS

«En nuestro paseo retrospectivo por la Villa de don Diego López de Haro, siguiendo la cámara de Germán Elorza, nos habíamos situado en la plaza de España, cuando a la sazón se la denominaba plaza Circular. Estaba lloviendo ese día, lo que quiere decir que Bilbao se encontraba en su propio ambiente.

El punto de observación estaba precisamente en el tramo comprendido entre la Gran Vía y la calle Buenos Aires, dando frente al edificio a la sazón del Banco Urquijo Vascongado.

Ahora cambiamos de posición para dar vista al primitivo edificio de la estación de Abando y finalmente el comienzo de la calle de Hurtado de Amézaga.

Vamos, pues, a ofrecerles a ustedes detalles de este documento gráfico para que completen las observaciones sobre la Villa que hemos iniciado a fin de ofrecerles un grato entretenimiento y al propio tiempo de documentación.

En primer lugar vean ustedes el monumento al fundador de Bilbao. Se le trajo de Achuri —ya lo verán ustedes en otro comentario— para que nos sirviera de punto de resistencia de los cables del tranvía, y perdón si lo decimos con ironía. La farola que aparece en la foto del reportaje anterior no ofrecía seguridad para los tirantes que sostenían las líneas aéreas. Naturalmente que no se creyó así entonces, sino que se estimó y justo es proclamarlo, como homenaje al fundador de la Villa, pues si bien se pensó en la plaza de los Santos Juanes como emplazamiento del Casco Viejo, que fue donde inspiró su carta-puebla, era lógico traerlo a la plaza Circular que iba siendo, como tiene dicho «Hierro», el kilómetro 0, del Gran Bilbao.

Subsiste el edificio de la Caja Vizcaína, que hace esquina a la calle de Navarra, que en su época se llamó calle de la Estación, por comunicar el acceso a la estación de Abando, con el primitivo Bilbao a través del puente de Isabel II, que una vez reconstruido después de nuestra guerra, habría de denominarse puente de la Victoria.

Resulta curioso el tráfico que ofrecía esta plaza entonces. Al otro lado del monumento pasa un tranvía y por todo vehículo de tracción de gasolina, sólo hay una furgoneta ocupando el espacio que en nuestros días se disputan el autobús de plaza de España-Begoña; el autobús azul plaza de España-Ocharcoaga, y los que hacen paradas discrecionales, los azulitos de Begoña y Santuchu, así como el autobús plaza de Jado-Begoña.

Fuera de los vehículos que hemos citado, anoten ustedes el detalle de esos dos carritos de mano, que empujan dos obreros.

Al hablar de pequeños vehículos, había en aquellos años en Bilbao carritos como el que vemos más próximo al monumento, que eran tirados por borriquillos morunos. Había cuadras para el alquiler de estos modestos medios de transporte, en Zabalbide, calle de la Amistad y en San Francisco. Se alquilaban depositando alguna garantía si la persona interesada no era cliente habitual, y costaba una peseta la hora. Eran muy útiles para llevar y traer paquetería a las estaciones. Por cierto que los conductores de esos carritos en su mayoría gente joven, apaleaban a los borriquitos para hacerles correr más en el escaso tiempo que deseaban tenerles de servicio; y esto traía de cabeza a los miembros de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, que ya funcionaba en Bilbao.

Capítulo especial merece la estación de Abando. Estuvo en ruinas, por derribo en suspenso, muchos años, y se recuerda la anécdota de que cuando instaurada felizmente la paz regresaron las Fuerzas de los frentes, al desfilar por la plaza de España creyeron que el esqueleto de la estación había sido fruto de los bombardeos.

 

Por si no lo recuerdan ustedes y por si los jóvenes no lo saben, hubo el proyecto de dotar a Bilbao de una estación en la que convergieran todas las líneas; es decir, una estación única. El proyecto estaba bien planteado y el problema de cruzar al lugar de la estación de Abando, las líneas de vía estrecha de la margen derecha de la ría se resolvía haciéndolas llegar a Azbarren para empalmar con la línea conocida por Bilbao-Castilla.

Aprobado el proyecto comenzó el derribo de la estación de Abando. Se declaró la guerra y la estación quedó a medio derribar.
Como a cada uno hay que darle lo suyo o al César lo que es del César, hemos de reconocer que el proyecto de estación única fue de Indalecio Prieto. Es posible que de no estallar la contienda la estación única sería un hecho. ¿Hubiera sido un acierto? En eso no nos metemos. Juzguen ustedes como quieran. Lo único que cabe añadir es que la estación de Abando se reconstruyó, airosa y funcional, como ustedes hoy la contemplan.

Cuando la antigua estación estaba, por asi decirlo, en orden, hubo en el andén alto un pasadizo que conducía directamente, a través de un viaducto cerrado, al hotel Términus, instalado en la fachada lateral del edificio que contemplamos en la fotografía. Hasta que en una ocasión una de las locomotoras (entonces la tracción era de vapor) perdió freno y llegó hasta el pasadizo quedando colgada, por fortuna, para no arrastrar los vagones que la seguían.

La nueva estación cedió terrenos a la calle Hurtado de Amézaga, para el ensanche de la misma. Pueden ustedes apreciar la nueva anchura si comparan el primer tramo de la calle con el que va desde García Salazar a Zabálburu.

Es posible que no caigan ustedes en la cuenta sobre los raíles que cruzan la plaza. Los más próximos al lector conducen hasta Buenos Aires, por donde bajaba el tranvía para el transporte de mercancías de los muelles de la Aduana en la calle Barroeta Aldámar.

Así, pues, era la hoy flamante plaza de España.

Como los bilbaínos han sido siempre de buen humor, dieron en decir que la carta-puebla que tiene en la mano don Diego López de Haro eran los planos de la estación de Abando.

El monumento es obra de Benlliure.»

 

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