Lo que hoy podemos ver, en el Alto de Miraflores, junto a la rotonda que distribuye los tráficos en la antigua carretera de Bolueta y da acceso al puente arco de Miraflores es tan solo una fuente aparentemente poco agraciada en proporciones y en total situación de abandono y, escondidos tras la vegetación salvaje y algunas plantaciones, los muros esquineros de uno de los tres elementos del antiguo depósito de aguas de Miraflores, el situado más al norte. Unos restos patrimoniales bastante miserables para lo que fue la gran obra proyectada en el último cuarto del siglo XIX por el ingeniero de caminos Ernesto Hoffmeyer para intentar resolver los problemas de salubridad que la sociedad bilbaína afrontaba. Hay que dejar constancia de que cuando se proyectaba el citado nudo de comunicación vial, en la última década del pasado siglo, la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, AVPIOP-IOHLEE, mantuvo conversaciones con el entonces concejal de urbanismo, Ibon Areso, para evitar la demolición del edificio de oficinas y servicios, un pequeño volumen de dos plantas que constituía lo más destacable desde el punto de vista arquitectónico. Pese a que el edificio, al contrario que la mayor parte de la superficie de los depósitos, no interfería en el desarrollo de las obras, al quedar al margen de los viales, y a que el concejal prometió preservarlo, durante el transcurso de las obras el edificio fue derribado. En las vistas comparativas que ofrecemos más abajo pueden observarse tanto la posición del depósito antes de la demolición como la situación actual.
Quedaron tan solo, los restos descontextualizados y sin ninguna referencia que los relacionase con la histórica obra, de la fuente y la esquina. Un muro de difícil lectura y una fuente semienterrada y abandonada.
Para acercarnos al proyecto y la obra de Hoffmeyer, recurrimos a dos textos:
El Ensanche de Bilbao y el ritmo creciente de su población determinaron la necesidad de un nuevo plan de abastecimiento de aguas. El proyecto fue encomendado en 1879 al ingeniero Ernesto Hoffmeyer. Este propuso un servicio de aguas de dos clases: una potable para beber y cocinar, y otra, no potable para usos higiénicos e industriales. A tal efecto se construyó una central de bombas en la Isla de San Cristóbal, que elevaría las aguas del Ibaizabal y de los arroyos de Bentakoerreka en la Anteiglesia de Arrigorriaga. En 1883 el Ayuntamiento de la Villa abrió concurso para la adquisición de las máquinas necesarias, que finalmente fueron adjudicadas a la Maquinista Terrestre de Barcelona. El 16 de mayo de 1886, se inauguraban las nuevas instalaciones, que incluían, entre otros, el edificio de máquinas y el depósito de Miraflores. El proyecto estaba condenado a tener un éxito sólo parcial. Los habitantes de las zonas humildes de Bilbao tenían que sui tirse de agua directamente de la Ría, y, así, en 1893 los distritos obreros de la Villa se verían golpeados por una virulenta epidemia de cólera.
Una de las pruebas arquitectónicas más interesantes —y peor tratadas— de la vocación asistencial de los ediles bilbaínos del fin de siglo, son los centenarios (1886) Depósitos de Agua de Miraflores. La cisterna y los pequeños aljibes abovedados no ofrecen grandes posibilidades para el lucimiento plástico, pero el proyectista se desquitó en los revestimientos externos y sobre todo en el edificio de oficinas, en el que planeó un palacete neopaladiano bicolor, buscando el constraste cromático entre la arcilla anaranjada de los paños y la caliza gris de los esquinazos, los frontones, los dinteles, y las placas conmemorativas. En uno de los muros exteriores se adosó una fuente de pantalla enmarcada por un arco con gablete, intentando crear un escenario amable y reposado
(Arqueología Industrial en Bizkaia, páginas 147 y 264)
Conjunto localizado en el Alto de Miraflores, junto a la Avenida del mismo nombre. Estaba formado por un recinto de planta rectangular que albergaba tres depósitos de agua. Adosado a uno de los laterales se localizaba el edificio destinado a vivienda y a oficina, al que se accedía desde la estrada de Miraflores por medio de dos escalinatas que en la zona inferior flanqueaban la fuente, único elemento del conjunto que se conserva en la actualidad. Los motivos ornamentales, muy similares en todo el conjunto, combinaban el ladrillo visto con la piedra caliza, aspecto todavía visible en los restos de la fuente.
El depósito fue construido para el almacenaje del agua del Nervión, elevada desde la estación de la isla de San Cristóbal. Al pie del depósito se encontraba el pequeño edificio de servicios y control, y junto a la instalación se levantó la fuente en 1886, obra de Joaquín Bilbao. La fuente monumental de pantalla, flanqueada por los pilares de las dos escaleras que daban acceso al edificio principal del depósito de agua, estaba coronada por un tímpano realizado en caliza, sobre dos pilastras con capiteles escalonados. La pila era de piedra caliza y, sobre ella, había dos placas metálicas que servían para sujetar los caños.
Esta fuente del antiguo depósito de Miraflores tiene un gran valor patrimonial, ya que constituye el único resto existente en la actualidad del sistema de abastecimiento de aguas a la ciudad de Bilbao, planificado en 1886 por el ingeniero Ernesto Hoffmeyer.
(Patrimonio Industrial en el País Vasco, Vol. II, pag. 766)
ARCHIVO:
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