La brusca expansión demográfica de Bilbao, ocasionada por el auge minero e industrial de las últimas décadas del siglo XIX, planteó graves problemas de funcionalidad, tanto en el sistema de abastecimiento de aguas de la Villa, como en el de saneamiento. La consecuencia fue un deterioro de la salud pública y el aumento progresivo de la mortalidad que afectó también a las comarcas industrial y minera del bajo Nervión.
Los problemas de abastecimiento trataron de resolverse con la ejecución de diversos proyectos en la última década del pasado siglo y la primera del presente. En 1886 se finalizaron las obras destinadas a la elevación de aguas de la Ría para uso no potable, impulsadas desde la estación elevadora ubicada en la antigua isla de San Cristóbal, según el proyecto del ingeniero Hoffmeyer.
Los problemas derivados del vertido generalizado a la Ría de las aguas sucias trataron de ser resueltos por parte del ayuntamiento mediante la convocatoria en 1891 de un concurso público, que tuvo como proyecto ganador el presentado por el ingeniero de caminos Recaredo de Uhagón, bajo el lema de «Mens sana in corpore sano». La ejecución de las obras comenzó en 1895 y finalizó en 1903, ocho años más tarde, costándole al municipio 5.453.711 pesetas, cantidad importante en la época, ya que suponía casi el presupuesto anual del ayuntamiento de esos años.
El proyecto realizado consistió en eliminar totalmente los pozos negros y conservar la red de saneamiento existente únicamente para la evacuación de las aguas pluviales, las cuales serían vertidas directamente a la Ría. La nueva red construida recogería así únicamente las aguas sucias, reduciéndose sensiblemente las secciones necesarias. Se ejecutaron tres colectores, dos en la margen izquierda y uno en la derecha que, partiendo de San Francisco y Atxuri, tenían como misión recoger las aguas sucias de Bilbao cruzando la Ría por La Merced y Deusto mediante sifones para trasladarlas hasta Elorrieta, en San Ignacio, donde se recogerían en un gran depósito de 12.000 m3 de capacidad.
Un digno edificio de dos cuerpos y una sola planta sobre rasante, de proporciones modestas y característica arquitectura industrial, sólidamente construido con sillería y fábrica de ladrillo y rematado por cubiertas de zinc a cuatro aguas, alojaba las dos máquinas de vapor y las bombas del sistema worthington, de fabricación inglesa, destinadas a impulsar las aguas sucias de Bilbao, para ser vertidas a mar abierta en Punta Galea, en Getxo.
Las aguas se conducirían a través, primero, de una tubería de hormigón armado de 0,60 m. de diámetro y 10.000 m. de longitud que recorría la Margen Derecha de la Ría paralela al trazado ferroviario, para seguir en su tramo final la cuenca del Gobela; esta tubería acometía en su tramo final a un túnel visitable de 2.759 m.
El túnel fue dividido en cinco tramos para su construcción, excavándose otros tantos pozos de acometida, los cuales, una vez finalizadas las obras, habrían de servir como registros del mismo. El primer pozo, hoy totalmente cubierto por la vegetación, se ubicó en Ollarretxe, siendo éste el lugar en el que arrancaba el túnel visitable, aunque desde unos metros atrás la tubería de hormigón armado ya dejaba paso a un túnel de pequeña sección. El segundo se construyó en la que hoy es la plaza parque de Maidagan; el tercero en Osabena, en el actual parque del Polideportivo; el cuarto en Kortiñe, junto al Colegio Andra Mari y el quinto y último, que lógicamente era el que mayor profundidad alcanzaba, en Matxikortiñe.
El túnel finalizaba al pie de los acantilados en la playa del saneamiento, también conocida como «túnel-boca». Dado que el túnel tenía un trazado recto, la unión de todos estos puntos descritos dibuja sobre el plano una línea también recta de 2.759 m.
Los trabajos subterráneos se desarrollaron entre marzo de 1897 y junio de 1899, aunque el túnel no comenzó a ser utilizado hasta tres años después, una vez que la totalidad de las instalaciones se dio por acabada. Después de la guerra civil, la obra de Uhagón quedó inutilizada, aunque ya en los años 20, su capacidad para evacuar las aguas sucias de Bilbao se había quedado pequeña y los vertidos a la Ría habían vuelto a convertirse en habituales. El túnel sirvió también más tarde de depósito de agua para el riego del campo de golf de La Galea y desde hace unos años, en una gran parte, de servicio al saneamiento de Getxo.
Una obra de saneamiento es, por definición, una obra a la vez molesta y oculta. De todo el proyecto de Uhagón, los ciudadanos, tanto de Bilbao como del resto de las poblaciones de la Ría, que pudieron beneficiarse de las mejoras sanitarias que su ejecución supuso, no tuvieron otra constancia física, una vez acabadas las obras, que las instalaciones de Elorrieta y las pequeñas edificaciones destinadas a cubrir y dar acceso a cada uno de los pozos de registro del túnel; estas construcciones son conocidas en Getxo como «malacates» (*) y se conservan todavía hoy en día en relativo buen estado. Su construcción sólida, de sillería, manipostería y fábrica de ladrillo, y su tratamiento formal con criterios similares a los utilizados en el edificio de Elorrieta, han dejado en Getxo una muestra de arquitectura industrial, que debe ser contemplada como la punta del iceberg de lo que fue hace un siglo una gran obra de ingeniería y el primer saneamiento moderno realizado en la península. El «malacate» de la plaza-parque Maidagan exhibe sobre la puerta de acceso un escudo tallado en piedra, de la villa de Bilbao. Los getxotarras que alguna vez se hayan preguntado por esta aparente incongruencia tienen ahora una explicación.
Por las razones anteriores tanto los cinco «malacates», como la portada de la boca de salida al mar del túnel, tienen incoado desde 1994 expediente de declaración de Bien Cultural por parte del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, a solicitud de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, AVPIOP. La restauración, poco costosa de algunos de ellos, así como la señalización e identificación de los mismos, dignificaría uno de los pocos restos —junto con el magnífico puente transbordador Vizcaya— de patrimonio industrial que se conservan en Getxo, municipio rico por otra parte en arquitectura residencial.
(*) Malacate, según el diccionario de la Real Academia: «Máquina a manera de cabrestante que tiene el tambor en lo alto, y debajo las palancas a que se enganchan las caballerías que lo mueven. Es aparato muy usado en las minas para sacar minerales y agua». La denominación que popularmente se ha conservado obedece a la maquinaria de extracción de las tierras, ubicada durante la construcción en la boca de los pozos. En el pozo de Maidagan Recaredo de Uhagón instaló un malacate de sangre como el representado en la maqueta la figura y el vídeo, utilizado por la minería murciana. Un malacate de Portman Golf se ha preservado en el Museo de La Unión y desde 2018 tiene protección como BIC. En el resto de los pozos se instalaron bombas de vapor.
Nota: El testo de esta entrada es deudor del artículo titulado ¿Qué esconden los enigmáticos malacates? firmado por Joaquín Cárcamo y publicado en el número 248 de julio de 1996 de la revista GALEA que dirigía el escritor Ramiro Pinilla.
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