En 1998, pasados ya cinco años de la puesta en marcha del Programa de Demolición de Ruinas Industriales del Gobierno Vasco, la Consejería de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente, que dirigía el político de EA, Patxi Ormazabal, hacía balance de la situación. En un suplemento publicitario publicado por el diario El País el día 30 de mayo de 1998, se incluía en una página encabezada bajo el título Arqueología Industrial, un artículo sobre las inversiones y realizaciones de la Consejería y otro que recogía la opinión de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, AVPIOP-IOHLEE escrito por el periodista José Blanco (aunque la publicación no llevaba firma).
Lo que sucedía era que durante esos años, la AVPIOP había expuesto publica y reiteradamente su postura acerca de los daños que la aplicación generalizada del Programa, sin un contraste permanente y coordinado con las actuaciones de la Consejería de Cultura, estaba causando al patrimonio industrial en la Comunidad Autónoma, por lo que el periodista optó por recoger también nuestros argumentos e ilustrarlos con algunos edificios relevantes.
Demoler ruinas para liberar terreno
Desde 1994 se han recuperado 130 hectáreas de suelo gracias a la eliminación de instalaciones industriales en desuso
La crisis económica de finales de la década de los 80 y principios de los 90 trajo consigo, entre otras cosas, el cierre y desaparición de numerosas empresas en Euskadi que dejaron a su paso un importante número de instalaciones industriales en desuso, lo que hoy se conoce como ruinas industriales. Ya en la pasada legislatura desde la Consejería de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente, se puso en marcha un programa para la demolición de estos edificios en desuso. El objetivo: prestar ayudas económicas a sus propietarios para facilitar la demolición de los mismos y liberar suelo para el desarrollo de otros proyectos, ya fueran industriales, residenciales o de ocio.
Cuando la citada Consejería pasó a manos de Eusko Alkartasuna, se acordó dar un fuerte impulso a este programa de subvenciones y desde 1994 hasta la fecha han sido más de 1.323 millones de pesetas los invertidos por la Administración para la demolición de ruinas industriales y la superficie liberada supera las 128 hectáreas, alrededor del millón trescientos mil metros cuadrados de suelo.
En 1998 se invertirán 239 millones de pesetas en el derribo de ruinas industriales
La partida presupuestaria consignada en este último año de legislatura al programa en cuestión asciende a 239 millones de pesetas. Se trata de ayudas que presta el Gobierno vasco a los titulares de ruinas industriales, ya sean públicos o privados, que revertirán al Ejecutivo autónomo transcurrido un plazo máximo de 10 años desde el momento en el que se lleve a cabo la demolición.
Un dato importante es que la subvención se concede a aquellos titulares de ruinas industriales que soliciten llevar a cabo la demolición de las mismas. Además, han de ser edificios e instalaciones cuyo estado de abandono, obsolescencia o infrautilización provoque un impacto negativo en su entorno. Y a la hora de conceder las ayudas en cuestión se priorizarán aquellas actuaciones que tengan por objeto el derribo de ruinas que dificulten el desarrollo de planes urbanísticos, que estén ubicadas en áreas urbanas afectadas por problemáticas de degradación urbanística derivadas de reconversiones industriales y con altas tasas de desempleo o que su presencia pueda suponer algún tipo de peligro para la salud de las personas o el medio ambiente del entorno en el que se levantan. Así, desde 1994 hasta ahora la mayor parte de las ayudas han tenido como destinatarios a propietarios de ruinas industriales ubicadas en el Bilbao Metropolitano y, en especial, en la Margen Izquierda del Nervión.
Testigos del pasado fabril del País Vasco
La Asociación de Defensa del Patrimonio Industrial aboga por la reutilización de viejas fábricas de gran valor histórico y arquitectónico
No todas las instalaciones en desuso han de ser necesariamente derribadas. Hay pabellones o fábricas que por su singular arquitectura o su valor histórico merecen ser conservados. Esta es la razón de ser de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y la Obra Pública, una asociación que nació en 1990 -20 años después de que surgiera un movimiento ciudadano de esas características en el Reino Unido- con el objetivo de profundizar en el conocimiento, documentación y divulgación de nuestro pasado industrial más reciente y de fomentar la conservación de elementos significativos del patrimonio industrial vasco, ya sean muebles o inmuebles, ya sean archivos, maquinaria, productos elaborados o edificios.
Como sostiene Joaquín Cárcamo, miembro de la citada asociación, «corremos el riesgo de que sin que nos demos cuenta perdamos todo vestigio de lo que ha sido gran parte de nuestros últimos 200 años de historia».
Uno de los primeros trabajos de la asociación fue la elaboración de un inventario del patrimonio industrial vasco en el que se incluyen elementos de todo tipo, sean o no conservables. Posteriormente la Consejería vasca de Cultura hizo realidad la selección de aquellos que se estimaba debían perdurar en el futuro. Han sido incluidos en el Plan Sectorial del Patrimonio Industrial, hoy tan sólo un borrador que probablemente no tendrá el rango de ley hasta pasados varios años. «Durante ese tiempo pueden ser demolidos muchos de estos elementos por carecer de declaración expresa de los niveles de protección a aplicar», afirma Cárcamo.
Por todo ello los esfuerzos de la asociación en estos momentos se centran en aquellos elementos que corren un peligro inminente de derribo y en los de mayor valor histórico.
La fábrica de boinas La Encartada en Balmaseda, el Puente Vizcaya en Portugalete, la Bombeadora de Elorrieta en Bilbao, los pabellones de Ercross en Barakaldo o diversa maquinaria de la Fábrica Municipal de Gas de San Sebastián -la asociación pretende que se conserve también el edificio- gozan hoy de cierta protección tras haber sido incoados los respectivos expedientes para su declaración como. Bienes de Interés Cultural. Pero en cartera aún hay muchos otros elementos de nuestra historia como la Azucarera de Vitoria, los silos de Molinos Vascos en Zorroza o los Hornos gemelos de Altos Hornos de Bizkaia en Sestao, que corren peligro.
Nuevos usos
Ahora se trata de destinar dichas instalaciones a nuevos usos, entre los que destaca el museístico. Ejemplos en Europa no faltan: en Alemania una antigua siderurgia ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad y en Londres un edificio muy similar a los silos de Molinos Vascos es hoy un hotel de lujo. Claro que no se puede olvidar la variable económica porque la recuperación y el mantenimiento de dichos elementos es muy costoso.
Joaquín Cárcamo recuerda que mientras se resuelven todas estas cuestiones el deterioro de los inmuebles susceptibles de ser reutilizados sigue su curso, lo que podría dificultar, o incluso imposibilitar su recuperación, por todo ello insta a la Administración a que actúe con celeridad en aquellos edificios donde sea preciso.
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