PATRIMONIO DE TODOS

Javier Cenicacelaya

CATEDRÁTICO DE ARQUITECTURA DE LA UPV-EHU

Estación de Abando de Bilbao (Foto: Iñaki Zarragoitia)

(Publicado en el diario El Correo el viernes 17 de noviembre de 2017)

La estación de Abando se prepara para poder recibir el tren, dé alta velocidad. De cómo se ordene el entorno dependen muchas e importantes cuestiones: accesibilidad, tráfico, impacto ambiental… Y por supuesto, cómo quedan los actuales edificios. Decisiones todas que afectarán a Bilbao por décadas y que, en la realidad, suelen resultar irreversibles.

De la propuesta ganadora del concurso sobre alternativas urbanísticas me ha llamado la atención el respeto hacia la gran estructura que cubre la estación; es decir, hacia la gran bóveda metálica. Estoy absoluta; mente de acuerdo con esa decisión y felicito a los autores por su sensibilidad y buen criterio. Por el contrario, lamento que entre las consideraciones que se dieran a los concursantes se contemplara la posibilidad de cortar un tramo de la bóveda metálica, como si se tratara de cortar un trozo de una longaniza.

¿En qué caso similar en Europa se ha realizado un corte a una de estas grandes estructuras roblonadas? En ninguno, claro está.

¿Por qué esta mutilación a un elemento tan importante del patrimonio colectivo de Bilbao? ¿Qué razones existen para sugerir cortar un tramo de la bóveda, si es que existe alguna razón? En las consideraciones dadas a los concursantes se proponía la prolongación de la calle Padre Lojendio hasta la calle Bailen, una idea ya recogida en el avance del nuevo PGOU. Además, ¿se ha tenido en cuenta la diferencia de cota con Bailen?

Las autoridades proponen construir edificios de considerable altura para ayudar a la financiación de un proyecto de esta envergadura. ¿Se tendrá en cuenta que los edificios altos colocados en el borde de la calle Hurtado de Amézaga condenarán a esta calle a una perpetua sombra? En otras palabras, ¿se tendrá en cuenta la orientación?

Me preocupa la actitud iconoclasta, irreverente e ignorante de quienes se toman la libertad (¿con qué legitimación?) de destruir el patrimonio de todos. Y me preocupa la connivencia de algunos equipos que se autoproclaman como líderes de la arquitectura y el urbanismo.

Me gustaría recordar a todos que cuando se hizo la adecuación de la estación de Atocha, en Madrid, para la llegada del AVE de Sevilla se respetó escrupulosamente la estación, creándose un elegante salón urbano que permite el tránsito de millones de viajeros al año. También quiero recordar que en España son muy contadas las estaciones con grandes estructuras metálicas, y más escasas aún con bóvedas roblonadas del tipo de la de Abando. Quedan magníficos ejemplos como la Estación del Norte de Valencia, la de Francia de Barcelona y La Coruña-San Cristóbal, entre otras.

La de Abando es ejemplar por su colocación en la ciudad, su vestíbulo de acceso y la respuesta a la plaza Circular. Pero sobre todo por su propia configuración y atinadas proporciones. Su mutilación sería sencillamente un crimen que los ciudadanos no debemos consentir.

Hace años se quiso derribar La Albóndiga para construir un gigantesco cubo vacío (‘Luminaria de Euskadi’, se decía) con dependencias enterradas y conectado a otro cubo de menor tamaño en la plaza Bizkaia. Un auténtico disparate. Pues bien, se dejó que el edificio se degradara para que los ciudadanos no percibieran el interés de su excepcional estructura. Pionera en su género, sin una sola junta de dilatación, con los pilares unidos por arcos invertidos en su cimentación y con una respuesta urbana en base a unas fachadas de excepcional calidad.

Al final, se decidió vaciar el edificio para construir la actual ‘lasag-na’ de usos diversos y poder satisfacer los diferentes deseos de los ciudadanos. ¿Por qué no se separó lo nuevo, al menos dos crujías hacia el interior, a fin de no «aplastar» las fachadas? ¿Por qué se apuró lo nuevo construido tan al límite, hasta entrar en conflicto con las fachadas, con sus torreones, etc.?

«¿Por qué se ha destruido el depósito franco, espléndido ejemplo de instalación portuaria?»

Son muchos los casos de destrucción del patrimonio colectivo, pésimamente salvaguardado por quienes tienen la responsabilidad de hacerlo. ¿Por qué se ha destruido el Depósito Franco al borde de la ría, espléndido ejemplo de instalación portuaria? Esta obra del arquitecto Gregorio Ibarreche, proyectada en 1917, era un magnífico ejemplo en su género. Una destrucción que en importantes puertos de Europa, como Londres o Hamburgo, no se hubiera llevado a cabo. Además, en ese caso, han dejado en pie cuatro paredes, auténticos despojos del magnífico edificio; no, como algunos cínicamente afirman, para testimoniar la grandeza del edificio. ¿Con unos despojos? Lo que se testimonia es la pavorosa incultura y el desprecio prepotente de los responsables consentidores de este tipo de actuaciones.

¿Hasta cuando se va a seguir especulando con el patrimonio histórico de Bilbao como si de solares de tratara? ¿Hasta cuando?

Quizás si la Comisión de Patrimonio del Ayuntamiento estuviera formada por expertos económica y políticamente independientes de la Administración a la que asesoran podría cumplir su función de control con eficacia. La actual situación de esta comisión es una aberración desde el punto de vista de garantizar la independencia de criterio.

Para terminar, quiero resaltar dos inteligentes actuaciones llevadas a cabo en dos grandes estaciones, cubiertas por bóvedas. Me refiero a la estación de St. Paneras en Londres, que ha sido acondicionada para recibir al ‘Eurostar’ (el tren que une Gran Bretaña al continente por medio de un túnel bajo el Canal de la Mancha), y a la estación Central de Amberes. En ambos casos se han respetado escrupulosamente las magníficas bóvedas metálicas, sin renunciar a las obras necesarias realizadas bajo la cota de la estación y visibles desde la misma, haciendo compatible la preservación del patrimonio con el eficaz funcionamiento de una infraestructura de estas características. ¿Por qué no fijarse en estos ejemplos? Espero que se respete la estación de Abando, un patrimonio que es de todos.