La estética del horno alto. Lo que decía AVPIOP hace 30 años

Hace ahora treinta años el diario El Correo publicaba el 13 de mayo de 1990 un reportaje-entrevista a miembros de la Junta Directiva de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, AVPIOP, en la que se transmitía la situación del Patrimonio Industrial en Bizkaia y se hacía una relación de algunos de los elementos de mayor valor patrimonial y de aquellos que mayor riesgo corrían en aquel momento. Su relectura hoy deja una sensación agridulce. Realmente más agria que dulce, todo hay que decirlo.

«!La estética del alto horno» / El Correo, 13 de mayo de 1990

Viejas grúas portuarias, molinos sin harina ni panadero, cerveceras memorables confundidas ahora por pollerías asépticas, astilleros olvidados por los armadores o fábricas que impulsaron la era del proletariado constituyen para un grupo de arquitectos e historiadores vizcaínos una especie única en vías de extinción. Los defensores de este singular patrimonio reclaman de las instituciones vascas protección para los vestigios de la cultura y la historia más genuina de Vizcaya, la que presume de tener una estética de chimeneas y altos hornos. Denuncian la destrucción gratuita de edificios industriales históricos y la venta a precio de chatarra de maquinaria del siglo pasado inexistente ya en cualquier otro lugar. Con un sentido práctico, proponen la reconversión de este patrimonio en un acertado reclamo turístico o en una práctica guía pedagógica.

Un colectivo defiende el patrimonio industrial vizcaíno

La estética del alto homo

Pilar Sinusia

BILBAO. El grupo de arquitectos, historiadores, artistas, ingenieros e intelectuales que constituyen la Asociación Vasca para la Protección del Patrimonio Industrial y la Obra Pública no dudarían en tirar al Nervión al político que hace unos días habló de eliminar «esos armatrostes de madera –se refería a los cargaderos de mineral– que ensucian y afean tanto la ría». Para este colectivo, la «incultura» que, aseguran, reina en las altas esferas institucionales y empresariales de la provincia es el peor enemigo de su causa, centrada en proteger los vestigios de la revolución y el desarrollo industrial del siglo XIX en la provincia.

«En Vizcaya, no han vivido príncipes ni reyes y, por lo tanto, no hay castillos ni grandes catedrales. Aquí -explican los miembros de esta asociación- lo único que ha habido han sido industriales y labradores que, como es lógico, han dejado caseríos y arquitectura industrial». Lo triste –añaden– es que se está desmantelando todo esto, que es parte de nuestra cultura. A falta de arte o construcciones consideradas tradicionalmente como cultas, nos quitamos el complejo eliminando todo el patrimonio que, como el industrial, nos parece puramente material, inculto y hasta feo».

Este colectivo –integrado también en una comisión de defensa del patrimonio arquitectónico creada recientemente en el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro– tiene decenas de casos para probar el triste destino que está teniendo el patrimonio industrial de la provincia, muchas veces promovido desde las mismas instituciones. «En Bilbao, por ejemplo, por un lado se piensa ubicar el museo de la ciencia en los astilleros de Euskaduna, mientras que por otro se está vendiendo a precio de chatarra objetos que deberían constituir el patrimonio de ese museo, como ha pasado con unas bombas de achique del siglo XIX únicas y que hasta el último día cuidaban los obreros como auténticas joyas», señalan.

El abandono municipal es patente en la bombeadora de aguas residuales de Elorrieta que, según denuncian, precisaría «un simple retejado para evitar que se inunden los caballitos de vapor y que entren los gitanos a llevarse, para vender a algún chatarrero, la maquinaria inglesa de 1900 que está instalada y a la que todavía le saca brillo un empleado, ya jubilado». Consideran que éste seria el lugar más apropiado y barato para ubicar un museo del agua, propuesta que ya se planteó hace años y que parece haber caído en el olvido. «Porque, lo que no tiene sentido es ‘disecar’ los edificios o conservarlos simplemente, también se les puede y se les debe dar una utilidad».

Astilleros de Ondárroa

El destino en el que piensan nada tiene que ver con el que, por ejemplo, dió hace unos años el propio Gobierno vasco a unos astilleros artesanales de Ondárroa que, «después de declararlos objeto de conservación, los eliminó totalmente para instalar el parque móvil de una comisaría de la Ertzaintza». O el final del Molino del Pontón, construido en 1794 en la zona bilbaína de Miraflores, que terminó hecho añicos para que pudieran maniobrar sin problemas unas excavadoras que trabajaban en el saneamiento de la ría.

Los esfuerzos de estos defensores del patrimonio industrial se centran ahora en denunciar las agresiones que sufre lo que todavía se puede salvar, como es el único horno alto de principios de siglo que existe ya en Vizcaya, el de la vieja fábrica de Echevarría en Castrejana; la maquinaria de hace más de cien años de la Jabonera Tapia de Zorroza, artífice del memorable Chimbo, o los molinos, calderas y alambiques de la cervecera de Basurto.

Este colectivo se muestra especialmente preocupado por el futuro de «la joya del patrimonio industrial de Vizcaya»: la fábrica de boinas La Encartada de Balmaseda, la única de este tipo que queda en todo el País Vasco. Los miembros de esta asociación de defensa alertan que el cierre de esta empresa puede ser inminente, debido a la falta de rentabilidad comercial. Piensan que las instituciones deberían actuar con urgencia -a través de subvenciones o ayudas de otro tipo, como se ha hecho en Cataluña- para mantener en funcionamiento esta fábrica, «que, tal como está, podría convertirse en un museo textil único, con un indudable interés pedagógico para estudiantes e, incluso turístico».

Cargaderos de mineral

No menos interés cultural tendría la conservación de los cargaderos y lavaderos de la Mina Avelina, en Muzquiz, o los dos únicos molinos de marea que quedan en la provincia, situados en el incomparable marco ecológico que es la ría de Munguía. «Todo esto debería ser potenciado como áreas paisajísticas e industriales de interés», propone este grupo de arquitectos e historidores. Tampoco ocultan sus temores por el destino del edificio de la Compañía de Maderas situada al lado del puente bilbaíno de La Salve, «que podría ser conservado para instalar cualquier actividad».

Estos defensores del patrimonio industrial aseguran que «esto no pasa en ningún lugar de Europa. En los países nórdicos, por ejemplo, la antigüedad es un signo de prestigio que aparece incorporado a las nuevas tecnologías. Al visitante se le enseña con orgullo el retrato de los fundadores con barbas blancas, el primer edificio y, después, el sistema informático. Aquí -afirman- nunca el dinero ha tenido tan poca cultura».